"Alberto y queridos compadres Raúl y Alejandro, como dijo Facundo “Nacemos para vivir, por eso el capital más importante que tenemos es el tiempo, es tan corto nuestro paso por este planeta que es una pésima idea no gozar cada paso y cada instante, con el favor de una mente que no tiene límites y un corazón que puede amar mucho más de lo que suponemos.”
OÍDO EN LA CHATA
De mi madre aprendí que nunca es tarde, que siempre se puede empezar de nuevo; ahora mismo le puedes decir basta a los hábitos que te destruyen, a las cosas que te encadenan, a la tarjeta de crédito, a los noticieros que te envenenan desde la mañana, a los que quieren dirigir tu vida por el camino perdido.
FACUNDO CABRAL
COMPADRE QUERIDO
Mi querido compadre Alberto Ramírez Avendaño, al final del camino te dedico estas líneas, porque junto a Raúl Izquierdo y Alejandro Silveti, también mis compadres queridos, siempre has estado a mi lado animándome en los muchos momentos difíciles y aupando los breves instantes de triunfo. Hoy se esconde en el invierno de la vida aquel sol que brilló al alba del 3 de noviembre de 1969, día que nació Meridiano.
Raúl ya se fue, aunque sigue aquí en el permanente recuerdo, y Alejandro, estando lejos allá en el querido México, sigue a nuestro lado como lo haces tu a la hora del consejo.
Creo sin las pretensiones del poeta, que se ha hecho camino al andar, Allá en el recuerdo queda la buhardilla escondida entre Regeneración y Guayabal, para acompañar en la memoria a este emporio de San Martín. Los polvos son el testimonio de lo mucho andado.
Como te lo he confesado una y mil veces, mil veces le he dado las gracias al azar por haberme dado el privilegio de compartir pedazos de mi existencia con actores y personajes del mundo. Todo ha sido gracias al periodismo, oficio al que le debo tanto, y a la fiesta de los toros a la que le debo el ser periodista.
Fueron los toros, esos mismos que nacieron al calor de una afición al lado de mi madre, y alentada con el calor de la pasión de mis primos Lazo Graells, como muchas veces te he contado. Días cuando Carlos, Henrique, Chilo y Toñito desarmaban las cortinas en la casa de mi tía Ana María, provocando el enfado de tío Chucho, para trazar lances y pases imaginarios como Garza, Silverio, Procuna, Velásquez … Y aquellas tardes en casa con el muy fiel Camarada, aquel gran bóxer con el que César Girón realizó sus más templadas y extensas faenas de muleta en el redondel del patio de la casa de mis recordados viejos, faenas que auparon mis hermanos Álvaro, Rafael Ernesto y Milagros arropados por el amor de papá y mamá.
El azar intervino con su cubilete en San Cristóbal, aquella feria a la que llegamos en una aventura con mi hermano Rafael Ernesto para ver a “Antoñete” en la inauguración de la Monumental. ¡Qué baraja de toreros! Ordóñez, Camino, Girón, Puerta, Antoñete … Metidos en el Sol, con Rafael Ernesto, metido en aquel Tendido de Sol repleto eufórico, pisamos la gloria y el cielo al vivir la intensidad de una fiesta distinta de la que conocíamos en el Nuevo Circo y la Maestranza de Maracay. Esas eran mis referencias taurinas. Aquella temporada de 1967, el azar detuvo sus dados en un pasillo del Hotel El Tamá, donde un breve saludo a Oswaldo Galán nos puso en contacto con Carlos Eduardo Misle. En ese momento, el más importante en nuestras vidas, se encendió el farolillo que iluminó un camino como periodista. Una breve estada en El Nacional, contacto con Carlitos González, y aquella noche en la buhardilla para nacer con Meridiano.
El resto, queridos compadres, ha sido la vida en intensidad plena.
EL BLOQUE DEARMAS
Conocí a don Armando de Armas en 1971, una tarde que el Editor visitó la redacción de Meridiano cuando se tiraba en los talleres de La República, allá entre Cipreces a Hoyo. Era don Armando un hombre convencido de que él era triunfo, pero sabía que había que sustentarlo sobre la audacia, el valor, la constancia y sobre todo sobre los hombres. Don Armando, aquella primera época, supo rodearse de gente de valía como Oscar Yanes, Rafael Poleo, Guillermo Tell Troconis, Bello Lozano, hombres y mujeres incoherentes entre ellos, pero seres humanos que calzaron en la batalla librada e hicieron las marcas que conforman el Bloque, porque detrás de cada marca, hay muchos hombres. Como lo reconoció aquella noche en el Aula Magna de la Santa María el historiador Guillermo Morón. A don Armando le debo muchas cosas, entre ellas la amistad con sus hijos Armando, Martín y Andrés. Su carácter nos forjó en tiempos difíciles, hicimos del Bloque nuestra casa y con muchos hombres y muchas mujeres en muchos años hicimos el Bloque DEARMAS. Hoy que nos vamos podemos decir sin equívocos que el Bloque nos acogió en familia.
Hoy dejo un grupo de compañeros muy distinto al que encontré aquel 3 de noviembre de 1967, el día del amanecer de la vida de Meridiano. De reportero salté a director con la misma vocación de servicio en un largo período de 41 años, que hoy se me hace un tris. Son varias generaciones, por ello entiendo que es mejor dar un paso de costado y dejarles libres, que vivan sus vidas y realicen sus proyectos.
Más que compañeros los sentí a algunos como amigos y a muchos como hermanos. Al final hasta como mis hijos.
Gracias.
LOS TOROS, MI VIDA
Llegamos al periodismo por el camino de la fiesta de los toros, y es por ese camino que nos vamos de Meridiano. No de los toros y tampoco del periodismo. Todo lo que tenemos en la vida, en una gran parte se lo debemos a los toros: la profesión que con orgullo hemos ejercido, nuestros amigos, la familia, nuestros tres queridos compadres. En esta vida taurina hay mucho y magníficos personajes, pero hay uno que quiero recordar por que fue muy especial. Me refiero a Curro Girón, más que por su condición de figura del toreo, torero que tocó con ruido la puerta de la grandeza en el propio Madrid, por su condición de ser humano. Tu lo sabes Alberto, lo supo Raúl y Alejandro lo conoce por la referencia de su padre Juan Silveti. Hoy al recordarlo vuelvo a vivir la grandeza que él, Girón, le dio a la alicaída fiesta de toros venezolana.
Me voy porque las circunstancias, la época, el animalismo, la ignorancia y la pérdida de identidad y personalidad del venezolano, son muchas las cosas que reducen el toreo a una ínfima expresión en Meridiano, cuando debía ser como fue cuando se fundó Meridiano, que nació todo grandeza, importancia, trascendencia.
Querido compadre, no culpo de mis fracasos a nadie, agradezco a quienes me ayudaron en los escasos aciertos. En lo personal creo que la misión ha sido cumplida.
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