En el centro de la plaza hay un toro del duque de Veragua. Su pelo es colorado; su nombre, Chimenero. Un toro bravo, un toro mu guapo, como diría Guillermo, el viejo vaquero del duque. El toro, fino y recortadito, se había arrancado bien a los caballos, y como era pegajoso, le habían castigado mucho. Como ves, amigo Guillermo, hablo del toro antes que del torero, para que no me preguntes en la primera ocasión; `¿Pero porqué no se habla más que del torero? ¿Y el toro? ¿Es que no tiene madre? ¿Es que no tiene amo?¿ ¿Es que no tiene vaquero que quie saber como se porta, porque pa eso pelea con él desde que nace?´´ Pues ese toro, con madre, con amo ilustre, y con un vaquero de noventa años, que llevó corridas al Chiclanero y al Tato, se encontró ayer en los medios de la plaza con Juan Belmonte. Yo no sé qué hubieran hecho el Chiclanero o El Tato; pero, te contaré, Guillermo, lo que hizo Belmonte. Después de un pase ayudado por alto, tres o cuatro pases naturales, unos cuántos con la derecha y, como adorno, un intercalado de molinetes y pase afarolado. Pero ¡cómo los dió, querido Guillermo! Los pases naturales no sé cómo explicártelos. Es una cosa tan sencilla, tan natural, que no encuentro término de comparación adecuado. Es tomar al toro, que está en la derecha del torero, y trasladarlo a la izquierda, sin violencia, con un suave movimiento de mano, como si no hiciese más que indicarle el lugar que desea que ocupe. Es un diálogo en el que se pregunta el torero y responde el toro. Pero no uno de esos diálogos tan frecuentes en que toro y torero hablan por el métido Ahn: `Que buena tarde hace´. `No tengo más que dos pesetas´. En este diálogo de Belmonte y Chimeneo había congruencia, mutuo acuerdo. Belmonte, con la naturalidad del que verdaderamente dialoga con el toro, decía al engendrar el pase: `¿Por qué no pasas a este lado?´; y el toro, pasando también con naturalidad, sin violencia, asentía, como si contestara: `Lo mismo me da, y puesto que lo deseas... No tengo preferencia por ningíun sitio´. En esto de la preferencia no fue franco Chimeneo. Tenía preferencia por las tablas, adonde se quería ir después del pase natural. Por esto, y por llegar algo agotadillo, la faena no fue ligada, continua, seguida; éste fue el único cabo suelto para que fuera una faena redonda, definitiva, caso que no perdono a Chimeneo, porque, como detalles aislados, momentos de arte insuperable, pueden contarse tantos como pases. ¡Qué naturalidad, qué expresión, qué fuerza, qué manera tan suave, tan sencilla, tan natural de llevar al toro en la muleta con un ligero movimiento de la mano!
Cuando le veo torear así a Belmonte -con menos frecuencia de la que yo deseara- me acuerdo de una frase suya que dice el concepto que tiene Belmonte del toreo.
Un día le preguntaron: ` ¿Cómo puede usted torear si no puede usted correr?´ Y Belmonte contestó: `Es que yo creo que quien tiene que correr es el toro”.
Después de esta faena reposada, tranquila, como correspondía a un toro que no dió motivos de intranquilidad, se perfiló, entró a matar con estilo y dio una estocada, de la que rodó el toro. A esto es a lo que yo llamo un torero completo. Por esto digo yo que es un lugar común inaceptable eso de que Belmonte es un torero corto, que no hace bien más que unas cuantas cositas. No, Belmonte es un torero corto, cortísimo, microscópico en los toros difíciles, en los que no se arrima, como cada hijo de vecino. Pero en los toros que se confia, en los que torea a gusto, es completísimo, porque llega hasta el final: los torea y los mata. Y pone en el volapié tanto estilo como en el pase natural. Es decir, que en estos toros, tan elitista, tan personal y tan artista es en uno y otro momento; luego no se puede negar que es completo. Lo que es, es desigual, como lo fueron todos los de su temperamento, todos los que acusaron una personalidad. Pero ¿completo? Al toro que torea le mata. Después de esto, ¿queda algo por hacer? ¡Como no lo arrastre! http://www.eltoroporloscuernos.blospot.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario