lunes, 6 de septiembre de 2010

La entrega de las armas ante el insolente extranjero

"El nacimiento de la Fiesta coincide con el nacimiento de la nacionalidad venezolana y con la lengua con la que nos comunicamos los venezolanos... así pues, las corridas de toros... son una cosa tan nuestra, tan obligada por la naturaleza y la historia como el habla que hablamos” (R. Pérez de Ayala)

Era el año de 1912 el año de un personaje muy importante en Caracas, el torero Joaquín Briceño "El Trompa", primer torero de masas en Venezuela, insustituible en las corridas de la capital venezolana. Fue el primer ídolo popular de Caracas, antes que los ídolos del fútbol, la pelota o la farándula. El toreo vive en el tuétano de la historia popular venezolana.

Cuando el General García Carneiro penosamente cedió la semana pasada ante las exigencias de unas minorías, que dicen representar algunas ONG´s, grupos minúsculos de raíces foráneas y con marcada presencia extranjera, cuando el gobernador ordenó la tergiversación del sentido del toreo, provocando la digna reacción de los toreros, que prefirieron suspender el espectáculo antes que traicionar sus principios, el primer mandatario de Vargas traicionó el juramento que hizo en el momento que asumió el cargo elegido por el voto popular.

Lo hizo a espaldas a la Constitución y las Leyes de la República. Olvidó que es el Gobernador, que repetía constantemente en su discurso electoral "dentro de la Constitución todo, fuera de la Constitución, nada".

Y eso, esa entelequia que llaman Revolución del Siglo XXI, no está en la Constitución.

Más que pena es una vergüenza lo sucedido la semana pasada en Vargas, cuando por mandato de quien sabe quien, García Carneiro cedió y condicionó la realización de los ya anunciados festejos taurinos, a que "no se piquen, ni banderilleen y mueran a estoque" los toros que iban a lidiarse en las dos corridas de toros. Un grupo minúsculo, organizado en la violencia, en el escarnio y en la agresión, intimidó al General que prefirió dar un paso de costado, dejar de lado la Constitución, darle la espalda a la mayoría y a las tradiciones, las leyes, los reglamentos y las ordenanzas para salirse del embrollo que se había metido al organizar dos corridas de toros.

No era lo mismo que lo que hizo en Fuerte Tiuna, cuando siendo Comandante del Ejército organizó encerronas para jugar a ser taurino, con becerros despuntados, y sin vigilancia de las autoridades municipales.

La Fiesta de los toros existe en Venezuela mucho antes que Venezuela existiera. No, no se trata de un acertijo, no es un juego de palabras, es la realidad.

Cuando la riqueza perlífera de Cubagua financiaba la exploración de la Costa Atlántica de Sudamérica, aún Venezuela no existía como nación. Cubagua fue desarrollada como República, y una de sus fiestas en el 1527 fue la celebración de un festejo taurino, ejercicio militar conocido como “de toros y cañas”, igual que fueran organizados para honrar a San Sebastián por las tropas que marcharon desde El Tocuyo hacia el Valle de los Caracas para la fundación de la ciudad de Santiago de León.

Demostrado hasta la saciedad el afecto de El Libertador por los festejos taurinos, desde los días de su pubertad en Madrid cuando fue testigo de la muerte de Pepehillo, o más tarde, ya Libertador de América, junto al general San Martín presidió en Acho las corridas de toros por la Liberación del Perú.

Hoy nos da pena ajena el que un general de la república se haya puesto a discreción de la voluntad de unas organizaciones no venezolanas que intentan regirnos con las doctrinas del animalismo contemplativo. Victo J. Lopez

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